Bloque III. La llegada europea a América y el proceso de conquista
Gracias a factores en el marco de la historia Europea, como la dominación musulmana en España, y que a su vez esto influyó en el proceso de feudalización de la península ibérica y las distintas disputas y guerras; el matrimonio de Isabel de Castilla y León con Fernando de Aragón, que permitió la consolidación del sistema de gobierno absolutista y en consecuencia del Estado Moderno en España, la reactivación del comercio, etc, hicieron posible la llegada del hombre a América, pero esto sin ser planeado.
La balanza de Comercio era inevitablemente desfavorable para los españoles y el equilibrio podía lograrse con la adquisición de materiales preciosos. Como el Oro y la Plata se aceptaban universalmente para facilitar cambios y créditos comerciales, los obstáculos económicos con los cuales trabajaban impulsaron a los españoles a sentir agudamente la necesidad de poseerlos en grandes cantidades.
La necesidad de expansión del naciente capitalismo condujo a intentar la aventura transoceánica. Ella fue posibilitada por los avances científicos de la náutica de esa época, por los nuevos conceptos sobre la esfericidad de la tierra, por los progresos de la náutica naval en la construcción de barcos y por la capacidad floreciente burguesía, para financiar riesgosos viajes de una envergadura desconocida hasta entonces.
Desde principios del siglo xv, había necesidad de encontrar otra ruta comercial hacia la india, para neutralizar el monopolio comercial de los turcos otomanos. Así los españoles se lanzaron al océano siguiendo caminos hasta entonces desconocidos contando con el respaldo económico de los reyes y comerciantes, quienes esperaban grandes ganancias por la inversión de esos viajes. El Almirante Cristóbal Colón realizó cuatro viajes a América donde “descubrió” una serie de territorios que fueron adheridos a la Corona de Castilla.
VIAJES DE CRISTOBAL COLÓN
Mucho más difícil que conseguir las tres naves para el viaje fue conseguir la tripulación necesaria para la realización del mismo, un centenar de hombres. Fueron conseguidos principalmente gracias a la intervención de un armador de Palos de la Frontera, Martín Alonso Pinzón, al que Colón le prometió una parte del botín. Las tres naves salieron del puerto de Palos de la Frontera el tres de agosto de 1492.
Partieron desde Canarias hacia las Indias el seis
de septiembre aprovechando los vientos alisios. Fue un viaje ininterrumpido de
treinta y tres días que nunca antes se había realizado. Hubo dos motines contra
el Almirante, el segundo de ellos el nueve de octubre, que Colón sofocó
prometiendo dar la vuelta y regresar a España si no veían tierra firme en
cuatro días. Por suerte, dos días después, el once de octubre se dio el ansiado
grito de “¡Tierra!”. Creyeron llegar a las Indias, pero a donde realmente
habían llegado fue a una isla de las Bahamas que fue bautizada como San
Salvador. A sus habitantes Colón los llamó indios. Tres días después, el
catorce de octubre, prosiguieron el viaje dirección sur para busca la isla de
Cipanga, actual Japón.
El veintiocho de Octubre, las tres naves llegaron a la costa septentrional de Cuba, isla a la que Colón le puso el nombre de Juana. Posteriormente, la Pinta desertó y su capitán Martín Alonso Pinzón junto con su tripulación fueron a buscar oro en solitario. Las otras dos naves siguieron fieles a Cristóbal Colón y desde Cuba se dirigieron hacia la actual Haití, isla a que el Almirante denominó La Española, porque le recordaba a España. La expedición estuvo recorriendo durante un par de meses la isla. En la noche del veinticuatro de diciembre, la Santa María encalló en un banco de arena debido a que los marineros expertos se habían ido a dormir y habían dejado al mando a un grumete joven e inexperto. Al día siguiente Colón ordenó construir un fuerte llamado Navidad con los restos de la nave, primer asentamiento español en América, donde dejó a treinta y nueve hombres que no podían ser transportados en la Niña, la única nave que le quedaba al Almirante. Prosiguió Colón el viaje el cuatro de enero. Dos días después apareció la Pinta y Colón aceptó las disculpas de Martín Alonso Pinzón y ambas naves iniciaron el viaje de regreso a la Península. Colón tuvo la suerte o el acierto inesperado, de subir hasta los 32 y 35 grados latitud norte para poder coger los vientos contralisios que le llevaron dirección a las islas Azores. La Niña llegó a las Azores y de ahí hasta Lisboa donde llegó el tres de Marzo de 1493. Sin embargo la Pinta se desvió debido a una tormenta y arribó en Bayona. Colón partió de Lisboa el día trece de ese mes y dos días después llegó a Palos. Horas después llegó la Pinta. Había concluido el viaje que cambió por completo el mundo.
Una vez que Colón arribó en Palos de la Frontera se
marchó rápidamente hacia Barcelona, donde estaban los Reyes Católicos, para
contarles todo lo ocurrido en el viaje. Llevaba unos indios y nada de oro. Los
monarcas le pidieron al Obispo Juan Rodríguez de Fonseca que fuera organizando
un segundo viaje también liderado por Cristóbal Colón para rescatar a los
españoles que se encontraban en el fuerte Navidad y seguir explorando aquellas
tierras y además, colonizar las islas ya descubiertas. El centenar de hombres y
las tres naves de la primera expedición dieron paso a casi mil quinientos
hombres, entre los que se encontraban unos ochocientos soldados, aparte de
religiosos, campesinos y profesionales de distintos oficios que se repartieron
en las diecisiete naves que formaron la expedición.
La segunda expedición partió de Cádiz el veinte y cinco de septiembre de 1493 rumbo a Canarias, al igual que en el viaje anterior. Una vez que se llegó a las Canarias, Colón decidió coger un rumbo más hacia el sur para intentar encontrar la isla Cipango pero lo que consiguió fue encontrar la ruta de navegación más directa hacia América. El tres de noviembre llegaron a la isla de Dominica, en el sur del mar Caribe. De ahí la expedición fue remontando el mar Caribe dirección norte llegando el día dieciocho al actual Puerto Rico. Desde ahí la expedición se dirigió hacia la fuerte Navidad para socorrer a los españoles que estaban allí. Llegaron al fuerte el veinte y siete de noviembre y lo encontraron destruido y sin rastro de los españoles, que habían sido aniquilados por los indígenas del lugar. El seis de enero del año siguiente Colón fundó la colonia La Isabela, que fue la primera colonia española en América. El 24 de abril Colón continuó la expedición con tres naves. Recorrió la parte meridional de Cuba llegando hasta Jamaica, que el Almirante bautizó como isla Santiago y retornó otra vez hacia Cuba bordeando su costa occidental. Posteriormente vuelve hasta Jamaica y de ahí hasta la isla de la Española para acabar la expedición el 29 de septiembre de 1494 regresando a la Isabela.
El tercer viaje colombino comenzó en el año 1498. El veinte y tres de enero de ese año la Pinta y la Niña fueron enviadas directamente hacia la Española para llevar refuerzos. Otras seis naves al mando de Cristóbal Colón partieron del Puerto de Sanlúcar de Barrameda el treinta de mayo de 1498 dirección Canarias. Una vez allí, Colón decide enviar tres naves hacia la Española para reforzar más la isla y con las otras tres naves se dirigieron más al sur para intentar descubrir tierra firme. Llegaron el treinta y uno de julio a Isla Trinidad frente a las costas de Venezuela. Desde ahí llegaron a la Península de Paria para continuar dirección norte hacia la Española, donde llegaron el treinta y uno de agosto. Encontraron que en la colonia los indios y algunos españoles dirigidos por Francisco Roldán se habían sublevado contra Bartolomé Colón. Cristóbal Colón consiguió sofocar la rebelión y ajustició a muchos de los rebeldes. Todo esto llegó a oídos de los Reyes Católicos que enviaron al pesquisidor Francisco de Bobadilla hacia la Española. Bobadilla Llegó a Santo Domingo el veinte y cuatro de agosto del año 1500. Apresó con grilletes a los tres hermanos Colón y los envió de vuelta a España, llegando a Cádiz el veinte y cinco de noviembre. Los Reyes Católicos le quitaron a Cristóbal Colón sus privilegios y le prohibieron gobernar colonia alguna de españoles e indios. Desde el año anterior, comenzaron a existir otras expediciones hacia América y los monarcas enviaron a Nicolás de Ovandopara gobernar la isla.
El cuarto y último viaje de Cristóbal Colón fue sin lugar a dudas el más prolífero en cuanto a descubrimientos se refiere. Los Reyes Católicos revisaron los acuerdos y le quitaron bastantes privilegios al navegante. Partió de Cádiz el dos de mayo de 1502 con cuatro barcos y ciento cuarenta hombres. Llegó a Martinica el quince de junio. Desde allí se dirigieron hacia Dominica y hacia Santo Domingo, donde el gobernador Ovando le impidió desembarcar. Posteriormente la expedición se dirigió hacia Cuba y Jamaica para continuar rumbo sudeste y costear las actuales Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá. Al año siguiente, el dieciséis de abril, volvió a realizar una expedición hacia el sur, pero las dos naves que aún tenía Colón estaban en mal estado e intentaron regresar a Cuba, pero naufragaron en Jamaica. Hubo ciento dieciséis supervivientes. Colón envió a Diego Méndez y seis marineros en unas canoas hacia Santo Domingo para pedir auxilio. El gobernador Ovando envió una carabela que rescató a los náufragos el veinte y ocho de junio de 1504.
Cristóbal Colón arribó a España el siete de
noviembre de 1504 bastante enfermo. Estuvo meses en Sevilla hasta que pudo
moverse y viajar hasta Segovia, donde fue recibido por el rey Fernando (la
reina Isabel I falleció el veinte seis de noviembre de ese año) instalándose
luego en Valladolid el invierno de 1505, donde su enfermedad se agravó,
muriendo el veinte de mayo de 1506. La muerte de Cristóbal Colón pasó
prácticamente inadvertida en España ya que era un personaje que desde años
anteriores había caído en desgracia.
PRIMER CONTACTO DE LOS ESPAÑOLES CON TERRITORIO MESOAMERICANO
Después de los viajes que realizó colón, puede decirse que fue el primero en tener noticias de los habitantes de México, cuando en 1502 llegó a la isla Guanaja y se encontró con una Canoa de indios. Pero tras esos hallazgos inciertos, el descubrimiento “oficial2 de Yucatán tuvo lugar con la expedición de 1517 capitaneada por Francisco Hernández de Córdoba, quien se embarcó por órdenes de Diego Velázquez, gobernador de cuba. Las tierras encontradas despertaron entusiasmo.
Una vez en Cuba, Francisco Hernández de Córdoba
informó a Diego Velázquez del descubrimiento de las tierras de lo que hoy
conocemos como la península de Yucatán, de las que le indicó tenían grandes
poblaciones, así como “tanto oro y labranza de maizales”. En este punto es
pertinente mencionar que a los pocos días de haber llegado a Cuba y rendir su
informe referido, Hernández de Córdoba falleció como consecuencia de las
heridas de guerra que había sufrido durante la expedición.
Tras las dos expediciones de 1517 y 1518 organizadas por el Gobernador de Cuba, Diego Velázquez de Cuellar, las noticias del descubrimiento de una civilización importante, con oro y con posibilidades de comerciar hicieron que el gobernador organizara rápidamente una tercera expedición con el objetivo de fundar un asentamiento estable en la zona.
Parar esta expedición, el gobernador cubano eligió a Hernán Cortés (Medellín, Badajoz, 1485- Castilleja de la Cuesta, Sevilla, 2 de diciembre de 1547). Cortés había ejercido como encomendero y funcionario real en la isla de la Española. Acompaña a Velázquez de Cuellar en el año 1511 en la expedición de conquista de Cuba. Allí es nombrado Alcalde de Santiago de Cuba, recién fundada. A pesar de estar muy bien colocado en la isla de Cuba, Cortés ambicionaba más riquezas y poder.
Las intenciones de Velásquez, eran que se limitara a realizar rescates, o sea, que se
negociara con los nativos para obtener riquezas y que capturara esclavos para
llevar a la isla.
Sin embargo, antes de salir de Cuba, Cortés conspiró con sus capitanes para desobedecer las instrucciones de Velásquez y tratar de conquistar el rico imperio que existía en las nuevas tierras, según los reportes de los hombres que había ido a las expediciones pasadas. Velásquez se enteró de esto y trató de detener a su subordinado, sin embargo, Cortés y los demás rebeldes lograron zarpar antes de su captura. Así fue como partieron de Cuba, como prófugos de la justicia, sabedores de que su traición podría provocar que fueran condenados a morir ejecutados.
El 10 de febrero de 1519 partió hacia Yucatán al mando de once navíos. Formaban la expedición 508 soldados, 110 marineros, 16 caballos, 10 cañones de bronce, 4 falconetes y 13 arcabuces. Sus comienzos en América habían sido más bien grises.
Hernán
Cortés llegó al Yucatán a través de la isla de Cozumel, en
donde ya se encontraba Alvarado que se había adelantado al grueso de la
expedición. Allí fue reprendido por haber entrado en un poblado nativo y robado
algunas gallinas, objetos y algún que otro ídolo y eso contravenía las
órdenes de Cortés de ganarse la amistad y el favor de los nativos.
Cortés devolvió lo robado y entregó presentes por
los daños al señor del pueblo. En catoche recogió a Jerónimo de Aguilar quien
había quedado naufrago, y gracias al reencuentro con los suyos, este serviría
de intérprete para la expedición
El doce de marzo de 1519 entró Hernán Cortés con
toda la armada que lo acompañaba al río Tabasco (hoy Río Grijalva) y
desembarcaron en la punta de los Palmares; como Tabasco quedaba ubicado a media
legua de distancia anduvieron por el río, en la ribera y entre unos mimbrales,
pero todo se encontraba lleno de guerreros y además en el pueblo más de doce
mil nativos listos para atacarlos, todo de lo cual se maravillaron los que
habían estado con Grijalva en la expedición anterior, dado que le habían
obsequiado joyas de oro; por esta razón, los de Potonchán y los de Lázaro y
otros pueblos los afrentaban acusándolos de cobardes y medrosos; éstas ofensas
los motivaron a tomar las armas. Cuando Cortés los vio dispuestos de aquella
manera, dijo a Aguilar (su interprete), en la lengua que entendía bien, que
dijese a unos indios que parecían principales, que para qué andaban tan
alborotados, que nos les iban a hacer ningún mal, y que les rogaba que no
comenzasen la guerra, porque les pesaría; y les dijo otras muchas cosas acerca
de la paz.
Mientras más les decía Aguilar, más bravíos se mostraban. Ante la negativa de los indígenas de sujetarse a la corona española, Cortés decidió atacarlos, escenificándose así, el 14 de marzo, una cruenta batalla conocida como la «Batalla de Centla», en donde tomó parte por primera vez el caballo en una batalla en el nuevo mundo, causando un gran impacto entre los nativos.
22 de abril de 1519 desembarcó una expedición al mando
de Hernán Cortés en Chalchiucueyetl-cuecan, un islote frente a
San Juan de Ulúa. Días después indios principales se presentaron con ricas ofrendas:
“Muchas piezas de oro y otras joyas” y Cortés remitió a Moctezuma abundantes
regalos.
Llegando ahí, la primera acción de Cortés y sus aliados, fue fundar la nueva ciudad de la Villa Rica de la Vera Cruz. Esto les permitiría hacer una petición ante el rey Carlos V para liberarse de la autoridad del gobernador de Cuba. Sin embargo, en la propia expedición había personas que seguían siendo fieles a Velásquez, que conspiraban contra Cortés y los suyos, planeando un regreso a Cuba. Debido a esto, los rebeldes los castigaron, ejecutando, incluso, a uno de ellos y haciendo que Cortés ordenara que se hundieran los barcos en los que iban, para evitar “tentaciones” de salir huyendo.
A partir de ahí Cortés dependía directamente del rey, pero dada la lejanía y problemas de comunicación la autoridad máxima era él mismo.
Entre
abril y agosto de 1519, Hernán Cortés tuvo claro que podía conquistar el
Imperio mexica y también la manera en cómo hacerlo. En esos meses cruciales se
produjo su estancia en Cempoala,
el territorio de los totonacas.
Una vez desligado de Diego de Velázquez, Hernán cortés emprendió el camino a Cempoala y comenzó a relacionarse con los enemigos de los aztecas, convirtiendo a los totonacas en sus primeros aliados. A mediados del siglo XV, Cempoala y muchos otros centros costeros de Veracruz habían sido atacados y derrotados por el ejército mexica de Moctezuma I (1440-1469), que les impuso un elevado tributo de bienes y de víctimas para el sacrificio; les obligaba a enviar cientos de niños cada año como tributo para ser usados como esclavos y sacrificarlos según las necesidades. Este sometimiento a manos de los mexicas fue aprovechado por Cortés para forjar su alianza.
Cuando
Cortés partió hacia el altiplano tomó la dirección de Tlaxcala. Fue con la
intención (por consejo del Cacique
Gordo) de establecer una alianza con uno de los más fuertes
adversarios de los mexicas.
En estos 4 meses, Hernán Cortés había actuado con tres estrategias simultáneas. La primera para seducir y reprimir a los españoles descontentos. La segunda para aliarse con los totonacas y la tercera para confiar y atemorizar a los mexicas.
El 2 de septiembre de 1519 se produjo la primera batalla entre los guerreros tlaxcaltecas y las tropas españolas y sus aliados indígenas, mayoritariamente cempoaltecas; se conoce como la batalla de Tzompantzinco.
Después de varios días y algunas pequeñas batallas
más, el ejército tlaxcalteca se encontraba diezmado, las pérdidas de vidas y de
bienes y el número de poblaciones tomadas por el enemigo, parecía confirmar la
idea de que éste era invencible. Los señores de Tlaxcala se
sentían cada vez más presionados a tomar una decisión, aunque esto mismo los
enfrentaba entre ellos. También en el ejército español había críticas a lo que
estaba pasando, al comprobar que su adversario era numeroso y tenaz. Según la
crónica de Bernal Díaz, los españoles estaban exhaustos y desmoralizados; pasaban frío, tenía
poca comida y varios estaban enfermos. Empezaban a preguntarse por el resultado
de tanta batalla.
Entonces, Cortés decidió intentar un
pacto con su aguerrido enemigo. Para ello, recurrió a un elemento especialmente
sensible en el ánimo de los tlaxcaltecas; a cambio de la paz, les ofreció apoyo
en contra de los mexicas, sus enemigos mortales. A esta oferta nada desdeñable
se aunaba la versión, difundida entre los totonacas, de que los extranjeros
recién llegados eran dioses y, por tanto, inmortales, versión que los españoles
trataban de promocionar, escondiendo a sus escasos muertos. Si eran
invencibles, no tenía sentido seguir luchando contra ellos, pues eso sólo
acarrearía más desgracias. Sin embargo, esta visión sacralizadora no era
aceptada por todos los señores importantes de Tlaxcala, que desconfiaban
de cualquier oferta de paz y de alianza que hicieran los forasteros.
Al mismo tiempo que Cortés negociaba con los
tlaxcaltecas, en un doble juego táctico hacía saber de su impresionante poder
bélico a los emisarios de Moctezuma
II, y trataba de engañarlos con la idea de que su ataque a los de Tlaxcala se debía a que eran
enemigos de los mexicas. Cortés captó perfectamente que la clave de su
victoria, no sólo sobre las tierras de Tlaxcala, sino también sobre la capital del imperio mexica estaba en
aprovechar, y si era posible ahondar, la enemistad mexica-tlaxcalteca.
El
23 de septiembre de 1519, veintiún días después de iniciados los combates,
Cortés y sus tropas se asentaban victoriosos y de manera pacífica en el corazón
de Tlaxcala. Su
camino hacia la capital del imperio azteca quedaba allanado, y su dominio sobre
él tenía ahora muchas posibilidades de realizarse. El sueño de los tlaxcaltecas
estaba por hacerse realidad. Aunque el encuentro inicial entre los señoríos de
Tlaxcallan y los españoles había sido violento, la alianza se estableció; es
cierto que fue posible después de un desgaste de fuerzas y de una serie de
negociaciones y presiones por ambas partes.
La
ciudad de Tizatlán deslumbró
a los españoles, allí estuvieron descansando tres semanas. Cortés envió dos
emisarios para entrevistarse con Moctezuma II, Pedro de Alvarado y Bernardino Vázquez de Tapia. Hicieron el
viaje a pie y recorrieron 90 km hasta Tezcoco donde los mexicas no les dejaron
pasar.
Después
de esto, el 12 de octubre, Hernán Cortés y un numeroso contingente
tlaxcalteca y totonaca, iniciaron el camino hacia Tenochtitlan, tomando
dirección a Cholula, una ciudad sagrada aliada de los mexicas y que distaba 40
km de Tlaxcala. Pronto
iba a ser puesta a prueba la alianza. La vecina Cholula, como enemiga perpetua
de Tlaxcala y
aliada de Tenochtitlan,
debía ser sometida.
ENTRADA DE CORTÉS A TENOCHTITLAN
Al descender, se maravillaron del espectáculo tan
grande que presentaba el Valle de México, sus ciudades populosas y pintadas de
vivos y relucientes colores; calzadas y palacios que impresionaron a los
españoles.
En repetidas ocasiones, Moctezuma intentó convencer a Cortés de retirarse enviándole muchos regalos de Oro, mantas y demás enseres, advirtiéndole acerca de os peligros que enfrentaría y de la pobreza de la ciudad llamándola “tierra estéril y sin mantenimientos”. Sin embargo fueron inútiles sus esfuerzos y Hernán Cortés arribó a la gran Tenochtitlan el 8 de noviembre de 1519 y siendo recibido por el Tlatoani Moctezuma y demás miembros de la realeza indígena.
En los días posteriores a su llegada,
Cortés se dedicó a pasear por las calles para elaborar su estrategia de
conquista. Con su objetivo presente, supo aprovechar la excusa de un confuso
complot indígena para apresar al emperador y convertirlo en su rehén. Sin
embargo, Cortés hubo de abandonar apresuradamente la ciudad a comienzos de 1520
para hacer frente a una expedición de castigo enviada desde Cuba por Diego
Velázquez. Pánfilo de Narváez llegó a Veracruz con órdenes de Velázquez de
aprehender al conquistador y tomar posesión de las tierras en nombre del
Gobernador de Cuba.
LA MATANZA DEL TEMPLO MAYOR
Pero en ese viaje, Cortés recibe
noticias que Pedro de Alvarado había cometido un sangriento acto de represión.
La llamada masacre del Templo Mayor, perpetrada por Pedro de Alvarado en ausencia de Cortés, que había salido a enfrentar a Pánfilo de Narváez, fue un detonador de lo que después iba a ocurrir. Las fuentes difieren en lo que concierne a la iniciativa de celebrar la fiesta de tóxcatl, dedicada a los dioses Huitzilopochtli y Tezcatlipoca. Cualquiera que haya sido el que la concibió, Pedro de Alvarado, aconsejado por sus aliados indígenas, aprovechó la oportunidad para exterminar a los capitanes tenochcas. En el baile solemne de la fiesta de tóxcatl, cientos de guerreros, la flor de la guerra mexica, salían sin armas, con sólo ramas de abetos en las manos y se encontraban profundamente inmersos en la motricidad músico-dancística del ritual. Era el momento idóneo para decapitar al ejército mexica. Los españoles irrumpieron en el patio del Templo Mayor, cortando antes que nada los brazos de los que tañían y generaban esa espiritualidad motriz.
El ataque supuso un punto de inflexión en las relaciones entre invasores e invadidos y la paz, que había logrado Cortés durante tantos meses, acabó con el baño de sangre del Templo Mayor. A finales de junio, Cortés entra en una hostil capital en la que los españoles ya no tenían cabida. Los acontecimientos se aceleraron, Moctezuma, retenido por los españoles, murió a manos de su propio pueblo; y los españoles sufrieron la peor derrota europea en casi tres décadas en América en la conocida como Noche Triste, por la que Cortés perdió el control de Tenochtitlán.
LA NOCHE TRISTE
Tras la muerte de Moctezuma, el mando del nuevo Tlatoani lo tomó Cuitláhuac, mientras el combate a los ocupantes se intensificó, la guerra tomó mayor fuerza y obligó a Cortés a retirarse de la ciudad, lo que tuvo lugar el 30 de Junio de 1520, después que los españoles cargaran caballos y tamemes con el tesoro sustraído del palacio de Axayácatl.Tras permanecer ocho días situados, hambrientos, cansados y la mayoría heridos, no les quedó más opción que disponer la huida, en la madrugada del 30 de junio de 1520. Cuando se dieron cuenta que no podían sobrevivir más, debido al asedio, fue cuando decidieron huir de la ciudad el 30 de junio de 1520.
Al
ver la situación al límite, ideó la retirada que se debía efectuar en la
noche, durante una festividad mexica, para evitar al máximo que los rivales se
dieran cuenta y los atacaran.
"Fui
requerido muchas veces que me saliese, y porque todos o los más estaban heridos
y tan mal que no podían pelear, acordé de lo hacer aquella noche, y tomé todo
el oro y joyas de vuestra majestad que se podían sacar", escribió el
propio Cortés.
Debido
a que México-Tenochtitlan era una isla, su salida de tierra era por unas calzadas -con
canales que las cruzaban- que los mexicas podían controlar fácilmente,
por lo Cortés ordenó construir un puente portátil de madera.
La
sigilosa retirada de unos 1.300 españoles y varias veces ese número de
indígenas aliados pudo avanzar
solo un par de kilómetros por la calzada hacia el pueblo de Tacuba.
"Salieron
de casa a medianoche en punto, y con gran niebla y muy calladito para no ser
sentidos, y encomendándose a Dios para que los sacase con vida de aquel peligro
y de la ciudad", dice el relato del cronista Francisco López de Gómara.
Pero fueron descubiertos: "Los
centinelas de los enemigos y los guardas del templo y ciudad sonaron entonces
sus caracolas y dieron voces que se iban los cristianos: y en un salto, como no
tienen armas ni vestidos que echar encima y los impidan, salió toda la gente
tras ellos con los mayores gritos del mundo".
Entre los pocos documentos mexicas que
se conservan, los Anales de Tlatelolco describen discretamente la huida.
"Durante
la celebración de la fiesta Tecuilhuitl partieron en la noche y se marcharon.
Fue entonces cuando murieron en el Canal de los Tolteca y que los obligamos a
dispersarse", dice una de sus páginas.
Sin embargo, los cronistas
españoles relataron el infierno visto luego de que una multitud de
mexicas, desde el agua y por tierra, los atacaron y destruyeron el puente
portátil que llevaban.
Los sobrevivientes llegaron al pueblo
de Tacuba, donde los líderes militares hicieron el recuento, algo que el
cronista Díaz del Castillo relató de una forma que dio paso a una leyenda.
Volvamos a Pedro de Alvarado, que, como
Cortés y los demás capitanes y soldados le encontraron de aquella manera que he
dicho, y como supieron que no venían más soldados, se les saltaron las lágrimas
de los ojos", escribió.
El momento creó una escena en el
imaginario popular de Hernán Cortés llorando su derrota al pie de un gran árbol
de ahuehuete del cual aún queda un viejo tronco en Tacuba hasta la
actualidad.
LA CAÍDA DE TENOCHTITLAN
Los habitantes de la ciudad se dispusieron a defenderla a pesar de haberlos atacado una epidemia de viruela, provocada por un esclavo negro que llegó con la gente de Narváez; una de las víctimas fue Cuitláhuac. Nuevo Tlatoani: Cuauhtémoc, hijo de ahuitzotl, su ascenso al poder se dio en las condiciones más crítica por la amena de ataque de españoles.
El sitio
de Tenochtitlan inició el 30 de mayo de 1521, penetrando el ejército español
por las tres calzadas principales de la ciudad con miles de indígenas aliados,
mientras Cortés dirigía la flota de bergantines que cubrían el taque naval.
A pesar
de la desventaja tecnológica del ejercito mexica, en varias ocasiones
estuvieron a punto de vencer a los españoles. Cortés fue herido y estuvo a
punto de morir, lo hicieron prisionero junto a otros 15 españoles pero fueron
rescatados por la intervención de sus capitanes, los españoles e vieron
obligados a retirarse ante la aguerrid persecución de los mexicas quienes
recuperaron la ciudad y reconstruyeron las fortificaciones.
Durante
las tres semanas siguientes Cortés se mantuvo a la defensiva, entonces se
dispuso a arrasar la ciudad, derribando los edificios para rellenar los canales
con sus escombros y asegurar con ello terreno favorable.
Del 21 al
27 de Julio los enfrentamientos dejaron un saldo de 9,000 defensores muertos;
de ahí la lucha se tornó a favor de los españoles, en varias ocasiones cortés
exhortaba a los indígenas a rendirse, pero siempre obtuvo una respuesta
negativa, a pesar de todo el sufrimiento que padecía la población sin alimentos
ni posibilidad de curar sus heridos o enterrar a sus muertos.
El 13 de
agosto de 1521, después de 75 días de enfrentamientos y de sitio, el capitán de
uno de los bergantines capturó a Cuauhtémoc, quien fue conducido a Cortés. En
una de las Cartas de relación, el propio conquistador describió la escena y las
palabras de rendición del último tlatoani azteca.
La conquista se había consumado bañada en sangre y destruidos sus edificios, la otrora esplendorosa ciudad de Tenochtitlan, ahora en ruinas, empezaba una nueva fase de sus historia, ahora como capital de la nueva España, al tiempo que como sus propios escombros, se esculpía sobre ella una nueva fisonomía, y denominaba el horizonte un nuevo Sol, una nueva etapa en la que Quetzalcóatl no habría de recuperar su trono.









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